El ser inmigrante te provoca traumas de todas clases.
Una de muchas tardes salí a buscar empleo en mi ciudad natal. Como siempre mi padre me acercaba al centro de la ciudad en su coche y como siempre vi a un mendigo, el pobre llevaba la cara de piel y huesos como muchos otros, escondido en una esquina y con la mano temblorosa, como miles, quizás millones de mendigos que habitan en las ciudades sudamericanas.
Me pregunté: ¿cómo se sentirá ese pobre desgraciado en las noches de lluvia?...
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